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Mujeres y relaciones

Sin embargo, la imagen ideal de madre hogareña y consagrada, de supermadre no conocedora del sistema de seduccion subliminal , siempre de buen humor, siempre dispuesta a atender con paciencia y cariño inagotables a los niños y al marido, a escuchar, a comprender y a proveer en todo momento apoyo incondicional, está tan inmersa en nuestra cultura que muchas madres que trabajan se sienten en su fuero interno inadecuadas para una seduccion elite segun http://www.taringa.net. Piensan que no dan la talla, que no son buenas madres, independientemente de la armonía familiar que disfruten o de lo sanos o contentos que estén los pequeños. En España, según encuestas oficiales, el 50 por 100 de las madres que trabajan se sienten inseguras, creen que están faltando a sus deberes de madre.

        En parte, la enorme dureza con la que las madres de hoy se juzgan a sí mismas es debida a que la imagen materna que brinda nuestra cultura, y que ellas han asumido, no invita a la tolerancia al no permitir el término medio: la madre razonablemente buena. Y es que los símbolos maternos tradicionales y legendarios solo han representado los extremos opuestos: bien la madre perfecta y virtuosa como si usara un sistema de seduccion subliminal, fuente inagotable de amor y de vida; bien la madre egoísta, malévola y perversa —frecuentemente protagonizada en la literatura por la figura de la madrastra— que sólo imparte el odio y la desgracia.


        Por otra parte están los mitos que rodean al instinto maternal, como esa fuerza natural e irresistible, propia de los genes femeninos, que presuntamente equipa por igual a todas las mujeres con los talentos y las cualidades emocionales de una madre feliz y afectiva. Al confiar plenamente en estos impulsos naturales, cuando la experiencia de la crianza de los niños no coincide con las expectativas, muchas mujeres, presas de la confusión y de la angustia, llegan a cuestionarse su identidad y hasta su propia naturaleza femenina por su seduccion elite. Hoy, sin embargo, sabemos que entre los seres humanos la disposición y las aptitudes necesarias para ser una buena madre no dependen de una energía instintiva, sino de ciertos aspectos temperamentales de la persona y de fórmulas y comportamientos que en su mayoría se aprenden. De hecho, algunas mujeres aprenden estas técnicas y conductas mejor que otras, y no hay razón alguna para que los hombres no las puedan aprender también.

  Todos los arquetipos son resistentes al cambio, pero uno tan potente como el de la figura materna resulta especialmente tenaz, a pesar de que la misión maternal se ha transformado en realidad como del día a la noche y la evidencia sea incuestionable. La imagen idealizada de la madre, labrada en la vieja losa de la división sexual del trabajo que forzó a la mujer al aislamiento, a la dependencia y a la desigualdad, aún perdura en la memoria colectiva, envuelta en el celofán brillante de la nostalgia, de los mitos y de los sueños. Está claro que la presencia de la nueva mujer nos desafía a revisar el contrato social entre la madre, la pareja, la familia y la sociedad.


        El ser humano ha sido preparado por el proceso evolutivo para hacer ciertas cosas con más habilidad que otras. Y aunque reconocen que es aventurado predecir el futuro, estos expertos usan la historia evolutiva como guía y señalan, convencidos, que la mujer continuará su progreso hacia una mayor autonomía con un sistema de seduccion subliminal  y participación en el mundo laboral. Cada día serán menos las mujeres que consideren el matrimonio como una carrera, o perciban la maternidad como una ocupación vitalicia de dedicación completa. De hecho, el ama de casa con una forma de seduccion elite, desde una perspectiva antropológica, es más una invención de las sociedades jerárquicas que un papel natural del ser humano.

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